Escuchar el canto de los pájaros en la mañana es maravilloso. Son sonidos familiares, cercanos. Me transportan en el tiempo y a la vez me traen de vuelta al ahora. Si me enfoco lo suficiente, los reconozco en mí. Me reconozco en los cantos. Hay algo de mí que también pertenece a la naturaleza de los cantos de los pájaros.
Soy capaz de identificar algunas de las especies de aves solo por sus cantos. Debo admitir que eso me agrada. Me gusta conocer la manifestación de la Naturaleza. A la mente siempre le satisface conocer. Se siente más cómoda conociendo.
Así, mi mente me muestra el recuerdo de la apariencia de las aves automáticamente. El pasado acude a mí a través del sonido sin ni siquiera yo intervenir. Pero por alguna razón, siempre termina pareciendo un canto nuevo y fresco. Provenga de donde provenga, ensalza mi vivir, me conecta con la vida.
Hay algo que nos une, algo esencial que tenemos en común. Algo profundamente misterioso, puro y hermoso. Algo que siempre ha estado ahí de fondo. Algo que nunca ha cambiado. Algo que nunca se ha ido y que nunca ha venido. La vida nos reúne en el mismo instante en el que solo existimos el canto de los pájaros y yo. Y en el momento en el que me fundo con el sonido, simplemente somos, simplemente soy.
Abrazo y agradezco desde el corazón a las aves y a sus melodiosos cantos. Gracias por estar ahí un día más, en este mismo instante, embelleciendo el mundo con vuestra presencia. Gracias por existir.
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