Amor por la naturaleza

Como persona amante de la naturaleza solía avergonzarme de mi especie. Pensaba que el ser humano era la peor forma de vida de este planeta y una condena para él. Formaba parte de aquellos que sólo veían el mundo teñido de negro, aún cuando siempre había habido tanta luz a su alrededor. Y es que al final tus ojos ven solamente lo que quieres ver. No era todavía consciente de que mi actitud sólo empeoraba el problema. 

Me llevó un buen tiempo comprender que, por mucho que se nos haya inculcado lo contrario, este no es mundo de buenos y malos. Es un mundo de personas. Personas con luchas, superaciones y miedos, aunque también con historias, alegrías y sueños. Vidas que merecen ser compartidas y de las que siempre hay algo que aprender. Mi necesidad de señalar culpables ante el deterioro ambiental diluía mis energías y agudizaba mi sufrimiento.

Fue, nada más ni nada menos, mi conexión con la naturaleza lo que cambió mi manera de ver el mundo y los problemas que hemos creado. Ella me enseñó a amarme a mí misma para así poder aprender a amar a los demás. Poco a poco, me descubrí rehaciendo los pasos de mi camino, queriendo regresar a aquel entonces donde sabía mirar a través de la esperanza, la alegría y la ilusión. Todavía me encuentro en este viaje de volver para recordar y reaprender cómo vivir.

Gracias a este maravilloso error he sido capaz de evolucionar y poder elegir con mayor sabiduría. La fuerza que tenían mi discurso y mi lucha no se puede comparar con la que tienen actualmente. Pienso que la clave puede estar en el origen del sentimiento: ya no surge desde la negatividad, la falta de humildad y el exceso de juicio. Ahora me sostengo en pie ya no solo por mi amor a la naturaleza, sino por un amor mucho más global, holístico, íntegro. Mi lucha ha pasado a ser en nombre de la vida, sin exclusiones.

¡Es tan inspirador! Estas nuevas energías surgen de mí a borbotones, deseosas de encontrar la mejor forma de ser compartidas con el mundo. Mi amor por la naturaleza me permitió cambiar el odio hacia el ser humano a otra forma más de amor. No me daba cuenta de que odiando a los demás volcaba ese odio en mí al mismo tiempo. Debo reconocer que me encontraba con frecuencia frustrada por no poder aportar más y con una pobre valoración de mi potencial y mis posibilidades. Al fin y al cabo, ¿quién es capaz de luchar sin titubear cuando nos rodea tanta desesperanza, desánimo y desilusión? 

No me culpo, lo hice lo mejor que pude con las herramientas que tenía en aquel momento. En cambio, me doy las gracias y me enorgullezco por mi valentía e inquietud a una edad tan temprana. Es muy importante saber aplaudirse y celebrar las conquistas personales de cada uno. Yo celebro estar aquí y ahora escribiendo este artículo para vosotros con el objetivo de aportar a través de él, lo mejor de mí.

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