Dolor por el planeta

Con mi corazón encogido por las noticias, entre el saber y el dejar de saber, entre una realidad medio contada y una realidad medio vivida, me debato una vez más entre las orillas del sufrimiento. Sufrimiento por amor. Quizás un amor menos conocido, menos navegado. Un amor menos aplaudido y buscado en nuestra sociedad, ávida de los más exaltados romances. Cuando hablamos de amor, nuestra mente parece dirigirse al mismo tipo de expresión: el idílico y tan anhelado amor de pareja. Pero, ¡ay del aventurarse a hablar de otros tipos de amor¿Quién tiene el valor de hablar de amor por la naturaleza, amor por el planeta, amor por cada ser humano, amor por cada ser, amor por toda vida? ¿Considerar un amor mayor que otro no hace de él cualquier otra cosa menos amor?

Mi experiencia con el amor sigue siendo pequeña, pero esta voz ignorante de su poder tiene poder por sí misma, más allá de lo que sea capaz de transmitir. Por ello es que no contará nada que no se sepa, nada que ningún ser humano no haya experimentado. No es pues su intención aportar nuevo conocimiento, sino su más sincero y genuino respeto, admiración, reconocimiento y amor por la vida. Es lo único que a duras penas os puede asegurar que empapan sus palabras.

ACEPTAR LAS EMOCIONES PARA PODER ACTUAR

De lo primero que creo haber aprendido al vivir acarreando conmigo un profundo dolor por el estado del planeta, es que encubrir los sentimientos nunca lleva a buen puerto. A nadie le gusta el rechazo, incluyendo a las emociones dolorosas. Tendía a abandonarlas en un rincón aun siendo tan leales y obedientes, pues yo misma reclamaba su presencia. Acudían a mi llamada desde el miedo, creyendo que me arroparían cuando desbordada, no sabía gestionar tanta frustración. Sentir dolor por la destrucción de la naturaleza no es algo de lo que avergonzarse. Al contrario, al abrazar esa temida emoción emergió una hermosa dualidad, pasó a ser el origen de mi fuerza. 

EL VÍNCULO CON LA NATURALEZA: EL ORIGEN DE LA FUERZA

Siempre he experimentado un fuerte vínculo con la naturaleza. No temo por su desaparición, pues toda mi vida me ha acompañado. Ha pasado a ser parte de mí, a confundirse con mi persona. Quien yo sea o deje ser al lado de mi conexión con la naturaleza, pasa a un insignificante y maravilloso segundo planocomo si lo único verdaderamente real de mí siempre hubiese sido eso. Indagando, descubrí que gran parte de mi sufrimiento se originaba al sentirme sobrepasada por mi estrecha conexión con la naturaleza. ¿Cómo puedo merecer de tal cercanía con ella, si no sé cómo protegerla? ¿Cómo puedo pretender decir que amo a la naturaleza si mi propio dolor me paraliza y nubla mi capacidad de acción? 

Pero como todo aprendizaje, juzgar los pasos previos necesarios para asimilar la lección, es inútil a la vez que absurdo. Debía y debo sufrir para comprender. Darme cuenta que todo sufrimiento trae consigo un Sol resplandeciente si levantamos nuestra vista para mirar al cielo. Aquel que es cercano a la naturaleza desde el corazón lo sabe, pues ya conoce su magia. Y la magia al igual que la luz, nunca tarda en presentarse. Así pues, fui testigo poco a poco de una evolución asombrosa: cuando antes buscaba motivación para equilibrar mis sentimientos y continuar, ahora, el actuar fluye de mí con la mayor naturalidad, como si brotase conscientemente desde la propia naturaleza. Yo soy parte de la naturaleza, la naturaleza es parte de mí. 

IDENTIFICARSE CON LA NATURALEZA ES COMPASIÓN

Dicen que ojos que no ven, corazón que no siente. Hay ojos que creen mirar pero no saben ver, y por lo tanto no sienten. Son insensibles a la inmensurable valía de la naturaleza. Valor no solo para la supervivencia del ser humano y todas las formas de vida, sino aquel intrínseco recogido en toda su expresión. 

Podría llegar a decir sin exagerar que siento en mis carnes el sufrir de la naturaleza. Cuando se maltrata a la naturaleza siento que una parte de mí también es maltratada. Una parte esencial de mí se siente olvidada, no escuchada. Es pues, el origen de mi sufrimiento no solo el miedo a fracasar en transmitir mi amor por ella, sino también el ser testigo del daño ejercido a aquello que valoro con todo mi ser. Llorarla desde fuera y desde dentro también ha pasado a ser mi forma de honrarla. De esta manera, la compasión y la empatía se han convertido en mis grandes consejeras. Me ayudan a caminar junto al dolor sin sucumbir y aportan calidez a mis acciones. A través de su ardor se avivan, se mantienen con vida. Así es como llegando a la certeza de que la naturaleza es todo y todo es naturaleza, todo lo que hago pues se lo dedico a ella.

HONRAR A LA NATURALEZA DESDE LAS ACCIONES

Materializar mi amor por la naturaleza en acción es la mejor forma que dispongo para mostrarle lo que significa para mí, para intentar devolverle una minúscula parte de lo que me ha sido aportado. Transformar mis sentimientos en algo beneficioso para el mundo será mi regalo, mi ofrenda a la vida, mi manera de expresarle gratitud por permitirme vivir.

Y desde el corazón quisiera dirigirme a la naturaleza y decirle que difundiré todo lo que me enseña, todo lo que he aprendido y sigo aprendiendo con ella y por ella. Continuaré transmitiendo la belleza e inmensidad que me hace sentir. Con mis ojos bañados en lágrimas quiero decirle, que jamás la olvido. Que obrando mejor o peor, pues humana soy y como humana vivo, no juzgue hasta donde he llegado. Que recuerde que yo cada uno de mis pasos la dedico. A ti vida aunque cambiada, cambiante siempre en tu naturaleza me dirijo, soñando con que en un mañana merecedora de ti consiga ser. 

A través de las palabras que componen este pequeño texto, tan grandes a tu lado, tan pequeñas escritas, un poquito más merecedora me siento de ti.

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