Admirable guerrero, que en incontables batallas por la victoria te debatías, Dime, ¿donde aprendiste a ser tan valeroso? Jamás encontré en ti más penurias que alegrías. De rodillas no te vislumbré, más en pie siempre te erguías, aún cogiéndome de la mano, yo, temerosa de la vida, tú, me mirabas y sonreías.
Regresar a lo que te hace ser tú
Defender tu autenticidad es un campo de juego de valientes. En una sociedad donde se dictamina la homogeneidad y la uniformidad no es sencillo aferrarte a aquello que te hace ser quien eres. Los seres humanos nos movemos constantemente consciente o inconscientemente desde el miedo y cuando se trata de la opinión externa este alcanza sus mayores magnitudes. Lidiamos diariamente con la necesidad de sentirnos queridos, apreciados, valorados, reconocidos. En nuestro fuero interno no solo queremos demostrar a los demás que valemos y que somos alguien, sino a nosotros mismos. Resulta cuanto menos paradójico que esas inseguridades de llegar a ser personas dignas de ser recordadas en la vida, de vivir vidas ejemplares de las que estamos realmente orgullosos, se dirija muchas veces en una dirección opuesta a nuestra autenticidad, que es lo único que al fin y al cabo nos puede llevar a caminar por esos caminos. Yo también…