Defender tu autenticidad es un campo de juego de valientes. En una sociedad donde se dictamina la homogeneidad y la uniformidad no es sencillo aferrarte a aquello que te hace ser quien eres. Los seres humanos nos movemos constantemente consciente o inconscientemente desde el miedo y cuando se trata de la opinión externa este alcanza sus mayores magnitudes. Lidiamos diariamente con la necesidad de sentirnos queridos, apreciados, valorados, reconocidos. En nuestro fuero interno no solo queremos demostrar a los demás que valemos y que somos alguien, sino a nosotros mismos. Resulta cuanto menos paradójico que esas inseguridades de llegar a ser personas dignas de ser recordadas en la vida, de vivir vidas ejemplares de las que estamos realmente orgullosos, se dirija muchas veces en una dirección opuesta a nuestra autenticidad, que es lo único que al fin y al cabo nos puede llevar a caminar por esos caminos.
Yo también he caído en la trampa de los miedos. Soy consciente de que seguiré cayendo tantas veces como sean necesarias hasta que interiorice bien esa lección que quizás me creía demasiado pronto aprendida y soy indulgente conmigo misma por ello. Mientras estudiaba mi carrera, me veía fascinada por todas las ramas de la biología. Es una ciencia enormemente extensa y aunque siempre me he decantado por una especialización medioambiental, eso no limitaba mi disfrute de otras materias como la microbiología, la genética o la bioquímica. Hoy en día con los avances de la ciencia y la tecnología las ramas de laboratorio están mucho más valoradas como norma general que aquellas ramas de campo o de ciencia básica. Se valora lo tangible, lo práctico, lo aplicable. Pocas personas de a pie encontrarán el valor o el sentido en investigaciones sobre la biología de insectos, anfibios o peces cuando se podría estar invirtiendo ese tiempo en conocer mejor a virus, bacterias o a desarrollar nuevos antibióticos. Como consecuencia lo segundo está mucho más premiado a nivel social, que se refleja con mayores facilidades laborales e inversión externa.
Todos queremos asegurarnos un futuro, todos queremos un camino agradable y sencillo, sin problemas, todos queremos disfrutar. No fueron pocas las veces que llegó a mis oídos lo difícil que puede resultar ganarte la vida como biólogo, y aún más como ecólogo. Esta rama afeada de la biología no parecía encontrar su sitio en el mundo y a mi me daba miedo elegir un camino en el que aparentemente existía menos apoyo. Me resistí durante un buen tiempo a decantarme por aquello que me decía el corazón pero que estaba oculto por un mar de inseguridades absurdas y limitantes. Como no podía ser de otra forma, volví a aquello que me llamaba, aquello que me hacía ser quien era. Solo ahí puedes brillar en tu máxima expresión. Eso es lo que el mundo realmente necesita y lo que todo ser humano se merece, brillar.