Cuando afrontamos problemas de tamaño colosal tales como el cambio climático, la lucha contra las desigualdades sociales o la defensa de los derechos humanos, uno debe disponer de una entereza digna de admiración. ¿Por qué? Pues porque aún no conozco a nadie que le resulte sencillo asimilar la preocupante situación en la que nos encontramos, quiera implicar parte de su vida en ello y no pague cierto precio al cargar con dicho peso sobre sus hombros. Se dice que un proverbio africano reza “si quieres ir rápido camina solo, si quieres llegar lejos ve acompañado”, y creo firmemente en el mensaje que aspira transmitir.
Si lo pensamos fríamente, por muchas ganas que pongamos y por muy poderoso que pueda llegar a ser un ser humano convencido por una buena causa, nuestra capacidad de acción es mucho más limitada si pretendemos ser guerreros solitarios. Esta batalla nos concierte a todos y cada uno de nosotros, y estamos avocados a perderla si no conseguimos implicar a la mayor parte posible de la sociedad. Esto no sólo debe involucrar a un colectivo social lo suficientemente grande como para afrontar a semejante titán con la perspectiva más optimista posible; es totalmente imprescindible enfocarlo desde lo holístico, la integración y la inclusividad. Es ahora más que nunca cuando necesitamos con urgencia que los distintos planos de la sociedad aúnen sus fuerzas en pro de este objetivo común.
Desgraciadamente, las previsiones científicas y de ámbito social no son muy esperanzadoras y el tiempo del que disponemos para actuar, según los expertos, es de no más de 12 o 15 años. Pero en el mundo destacan demasiado aquellos que no encuentran motivos por los que luchar y que aceptan sin mayor resignación nuestro futuro incierto. Por ello, me llena de gozo y fascinación el descubrir a personas valientes que se aventuran a dar sus primeros pasos en esta lucha y que provienen de círculos profesionales tan diferentes. ¿Qué es lo que les ha unido? ¿Qué les ha convencido para invertir lo más valioso de sus vidas, que es su tiempo, en dicha causa común? ¿De dónde ha surgido el interés?
La reflexión que quería aportaros surgió al dialogar con una persona que aseguraba ser partícipe de un grupo de debate y de puesta en común de hábitos conscientes y responsables con el medio ambiente. El nexo de unión fue la obra de Joanna Macy y Chris Johnstone, “Esperanza Activa”. Su ejemplo, de la mano de sus proyectos de vida a nivel tanto profesional como personal, parecen ser maravillosas fuentes de inspiración donde encontrar razones para creer y motivos para actuar. Todo ello adelanta ser un libro excelente que está consiguiendo que personas de colectivos muy distintos se agrupen para alzar la voz por algo que nos une a todos irremediablemente, el futuro de la humanidad y de todos los seres que conviven con nosotros. Para seros sincera, no puedo opinar de él dado que aún no he tenido el honor ni la oportunidad de leerlo, pero tengo la iniciativa de disponer de ella pronto. Sin embargo, lo que realmente me ilusionó del caso de este grupo de debate fue la potencia que adquirió cada uno de los participantes cuando se integró dicho objetivo en un círculo social más complejo. El apoyo encontrado en el grupo, el avance e integración de nuevos hábitos de vida al ser compartidos con los otros… es un gran ejemplo de la verdad que se encuentra en el proverbio africano anteriormente mencionado. Cada una de estas personas como ciudadano, consumidor y persona responsable podrían contribuir y ejercer un impacto realmente considerable, pero su aportación se ve enormemente impulsada bajo el apoyo del grupo, acompañados. Por ello hay razones más que de sobra para ser optimistas, aún no hemos descubierto nuestro pleno potencial como sociedad. Aún existen demasiados frentes abiertos donde actuar y empezar a trabajar conjuntamente.
Creo plenamente en la capacidad del ser humano de crear y llevar a cabo cosas maravillosas, muchas que desgraciadamente quedan eclipsadas por aquellas de las que no deberíamos sentirnos orgullosos y que reflejan nada más y nada menos que todo lo que aún nos queda por recorrer, aprender y mejorar. Es más, no dejamos de ser una especie plenamente social y que depende de los demás miembros que componen nuestra sociedad para poder crear el futuro que realmente queremos vivir. Así es como recorreremos juntos este camino hacia la sociedad más consciente, respetuosa y justa jamás desarrollada, pero siempre acompañados.