Miedo

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Etiquetas a la vida por miedo a no saber

Ponerle una etiqueta a cualquier aspecto de la vida es limitar nuestra ya restringida percepción sobre la misma. Es distorsionar una realidad previamente manipulada por nuestros sentidos, por nuestra mente y por nuestra conciencia. Aunque las etiquetas nos ayudasen a recorrer caminos en los que temporalmente encontramos sentido como ávidos seres de aprendizaje que somos, nuestra excesiva identificación con ellas resulta cuanto menos peligrosa. Esto supone restringir nuestra creatividad, nuestra imaginación y nuestra flexibilidad a la hora de considerar otras alternativas igualmente válidas en un mundo de infinitas interpretaciones. De esta manera aprendemos pronto a rechazar toda realidad que difiera de aquella en la que nos hemos visto reflejados. Muchos caemos en la locura de destinar todo el sentido de nuestra vida a alguna de ellas, pues consideramos que define nuestra identidad. ¿A cuánto valor de la vida hace juicio una sola etiqueta? ¿Cómo siquiera podemos atrevernos a juzgarla a…

El arte de dejarse vivir

Cualquier excusa es perfecta, para no estar aquí. Y lo digo medio avergonzada y medio orgullosa por ser una experta consciente en evadir la vida. Con prestar un poco de atención, nos damos cuenta de que se encuentra en el boca a boca de todo el mundo. Es un hábito social envenenado, pero aceptado. Por eso hay que aprender a observarlo desde fuera, encontrándolo en primer lugar en nosotros. Se puede percibir en la impaciencia, en las idas y venidas al pasado y al futuro, en las inseguridades, en la incapacidad de lidiar con la incertidumbre. Vivir sin saber qué se va a vivir, sin planes ni alternativas. Dejarse vivir.  La naturaleza siempre parece tener las respuestas para todos mis problemas, por eso acudo a ella cuando me siento vacía, cuando he caído en el error de no querer estar donde estoy. Ella tan radiante y esplendorosa en toda su…

Cielo

Quise crear algo bello, entonces me paré y miré al cielo. Tomó mis dedos y escribió estos versos. Mención hizo del firmamento, guardián fiel de sus reflejos. Y mis ojos atentos, curiosos se hicieron del viento. Antojándose junto a él volar descubriendo así sus miedos. Incluso en brisa transformado, viento tú me contaste, cuánto temías soplar de nuevo.

La histora del sentir

Estos sentimientos que no caben en el pecho, que invitan a ser compartidos, ansiando libertad. Déjame hablarte de ellos. Esta es su historia. Comenzaron sin nombre, temiendo jamás ser llamados. Dudosos de su existencia, ocultábanse entre el fulgor de los días. En su pasar por el vivir, a su propio ser enfrentaron. Despertaron con las estrellas de la noche y el vuelo de las aves en la mañana. Se descubrieron en la melodía del reír y en las mejillas dibujadas de los que lloran. En la música cantada por el corazón y en los firmes pasos de los que creen. Todos comenzaron sin nombre, con el tiempo les llamé amor.

Aprender a confiar

Las personas. Enormes mundos de infinitas posibilidades. Tan diferentes y tan parecidas a la vez. Distintas en la apariencia, idénticas en la verdad. Parecen entrenadas para detectar esas superfluas disparidades exteriores entre ellas para así ante el mínimo indicio dar media vuelta e irse por otro camino. ¿Por qué hemos aprendido a establecer tan rápido juicios de los demás? ¿Por qué la regla ha pasado a ser la desconfianza? Da la sensación de que nos encontramos en un inconsciente pero constante estado de alerta. Tenemos miedo de que nos hagan daño, tenemos miedo de sufrir. Eso deriva en que nos cueste más confiar, mostrar nuestro lado más vulnerable, ese que realmente nos hace humanos. Dicen que cada vez carecemos más de la habilidad de establecer relaciones de calidad. No creo que esté muy desorientada al señalar de nuevo al mismo origen. El miedo. Ese destructor de confianza, de lazos humanos,…

Guerrero

Admirable guerrero, que en incontables batallas por la victoria te debatías, Dime, ¿donde aprendiste a ser tan valeroso? Jamás encontré en ti más penurias que alegrías. De rodillas no te vislumbré, más en pie siempre te erguías, aún cogiéndome de la mano, yo, temerosa de la vida, tú, me mirabas y sonreías.

Compartir lo que te apasiona

Te sorprenderías de lo emotivo que puede ser el escuchar a alguien hablar con pasión. ¿Has tenido alguna vez esa oportunidad? Si no recuerdas ninguna es que no la has tenido. Son cosas que no se olvidan. Quizás has podido olvidar parte del contenido, pero no lo que te hizo sentir. La temática realmente no es relevante si la persona hablaba desde el corazón; puede conseguir que te enamores de lo que sea. Ese es el poder de los sentimientos y de las palabras. Hay pocas cosas que me causen más satisfacción que hablar de aquello que me hace sentirme viva, despierta, ilusionada, llena de curiosidad y energía. Aquello que me potencia, me da fuego y me impulsa en los días que me siento más perdida. Personalmente, encuentro un gran regocijo al compartir mis emociones por la naturaleza, por la conservación del medio ambiente y su conocimiento; me da la…

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